«O abó sempre que chega do cholo séntase nunha silla de respaldo alto, iste home é un tipo especial que mide un metro novena, que todas as mañáns madruga ás seis e media cunha voluntá francamente admirable, xa cho creo, digna de terse en conta si a usara para todo.
El fai ximnasia sueca, hai que mover a màquina, di, hai que cuidarse, un exemplo fermoso para toda a familia.
Sempre que chega séntase e pónse a ler o xornal moi peerto da botella e ahí mas den todas. E o aviso da vella máis ou menos así todos os días:
—Káiser, pero home que a tensión che sube co alcohol.
A todo esto el coma si nada, que non se cura da chisqueta no resto da súa vida, que ten o vicio de antigo, e a gorxa o que tal. ¿Para qué sacrificios desa índole?, decídeme señores, ¿para qué si logo volveremos ao mesmo?
El, como ser, é Bruno e o de káiservai polos bigotes, mais polo alcume non se vos ofende, chámallo todo o mundo e nunca pasóu nada.
Hoxe púxose en mangas de camisa e dixo: Dalle Pepa so canastrillo pero qué, qué pesadiña de muller, non se molla o farto, demo xa… Ás légoas calquera entende que non está o forno para bolos e ademáis fríamente temos que reconocer que a aboa é unha pura roncha, hai que cortarlle a tempo a inspiración, se non, menuda. Non é ningunha broma traballar oito horas nunha fábrica da ceca para a meca co recalmón que carga.
Cómo malla o calor.
O calor fai bulir o sangue polas tempas, brrr, brrr, fal cóxegas, mesmo semella o sangue formigas quentes polo corpo adiante.
O abó anda asmático e dende que eles largaron para Francia está moi mirria, qué queredes todos con cataplasmas. Dende o últemo stop do bus hastra aquí enribatemos unha boa tirada a sen forzar o asunto tardaremos uns dez minutos, xa digo, bofando polo baixo e con bo tempo.
Chégase a Cantador por un desvío dende o autobús na parada do bar, extrarradio seis kilómetros de distancia á vila, cadra nun alto a nosa casa, fai dous anos todo esto eran leiras arredor e vai mirar agora o que queda de campo dende que fixeron a autopista, todos son solares, vendo esste anaco, véndese éste outro, urbanización Priegue teléfono 453456.
Nada, nada, o que dí o Káiser: Queiras non queiras temos a vila enribacoma os rabos dun poiblo, xa vedes, gasolineira, un bar, o novo Estadio e a ver si calan coas detonadoras…
Os amigos, falando por falar, «Ai, Inés, Román, qué humor, por unha banda a gastar o lombo na cidá a pola outra, galiñeiro e repolos, sí que está boa a cousa, eso pasóu a historia, tendes un gusto, por Dios nin que fora aquelo un pazo…» Pois non é así de fácil de entender o negocio, xa vedes xentes das viñas, labregos toda a vida, a ver quén cambea, quén pode con esto, ai señor, o Káiser sempre a repetilo: Mirade ben, o que tivo para si algo de terra non se esquece dela endexamáis.»
Adiós María (1971)
«El abuelo siempre que llega del trabajo se sienta en una silla de respaldo alto, este hombre es un tipo especial que mide metro noventa, que todas las mañanas se levanta a las seis y media con una voluntad francamente admirable, digna de tenerse en cuenta si la usara para todo.
Hace gimnasia sueca, hay que mover la máquina, dice, hay que cuidarse, un hermoso ejemplo para toda la familia.
Siempre que llega se sienta y se pone a leer el periódico muy cerca de la botella y ahí me las den todas. Y la advertencia de la vieja es la misma más o menos todos los días:
– Káiser, pero hombre que te sube la tensión con el alcohol.
A todo esto, él como si nada, que no se cura de empinar el codo en el resto de su vida, que tiene el vicio de antiguo, y remojar el gaznate es lo suyo. ¿Para qué sacrificios de esa índole?, decídme señores, ¿para qué, si después volveremos a lo mismo?
Él, como llamar, se llama Bruno y lo de Káiser le viene por los bigotes, pero por el apodo no se ofende, así le llama todo el mundo y nunca pasó nada.
Hoy se puso en mangas de camisa y dijo: Para ya Pepa, para de dar la murga, pero qué, qué pesada es esta mujer, llueve sobre mojado, al demonio ya… A leguas se entiende que no está el horno para bollos y además, fríamente, tenemos que reconocer que la abuela es una pura roncha, hay que cortarle la inspiración a tiempo, que si no, menuda es ella. No es ninguna broma trabajar ocho horas en una fábrica de la ceca a la meca y con el recalmón que carga.
Cómo machaca el calor.
El calor hace hervir la sangre por las sienes, brrr, brrr, hace cosquillas, la sangre mismo parece hormigas calientes recorriendo el cuerpo.
El abuelo está asmático y desde que ellos se largaron para Francia está muy murria, qué queréis, todos con cataplasmas. Dende el último stop del bus hasta aquí arriba tenemos un buen trecho y sin forzar el asunto tardaremos unos diez minutos, ya digo, echando por lo bajo y con buen tiempo.
Se llega a Cantador por un desvío desde el autobús en la parada del bar, extrarradio, seis kilómetros de distancia a la ciudad, queda en un alto nuestra casa, hace dos años todo esto eran fincas de labranza alrededor y hay que ver ahora lo que queda de campo desde que hicieron la autopista, todos son solares, vendo este trozo, se vende este otro, urbanización Priegue teléfono 453456. Nada, nada, lo que dice el Káiser: Lo quieras o no, tenemos la ciudad encima, como los tentáculos de un pulpo, ya veis, gasolinera, un bar, el nuevo Estadio y a ver si callan con las detonadoras…
Los amigos, hablando por hablar, «Ay, Inés, Román, qué humor, por un lado deslomándose en la ciudad y por el otro, gallinero y repollos, sí que está bien la cosa, eso pasó a la historia, tenéis un gusto, por Dios, ni que fuera aquello un pazo…». Pues no es así tan fácil de entender el negocio, ya veis gentes de las viñas, labradores toda la vida, a ver quién cambia, quién puede con esto, ay señor, el Káiser siempre repitiendo: Oídme bien, el que ha tenido para sí algo de tierra no se olvida de ella jamás.»
Adiós María, Traducción de María Xesús Lama