“Tal vez se haga Vd. la pregunta: “¿De dónde sacará esta mujer las armas para la lucha?”. Y yo le respondo. Mi arsenal no está en las bibliotecas, está en la vida real; me sirvo para encontrarlo del espíritu de observación, con él he ido tejiendo en mi cerebro hilos de todas clases, y puedo repetir con los dos primeros versos de la famosa relación del Tenorio, pero estos de mi cosecha:
Y en todas partes hallé algo que guardar en mí.
Pero NO VENCEREMOS: la húmeda tierra, como dijo Shakespeare, habrá extendido su frío sudario sobre nuestros huesos y aún seguirá la batalla ensordeciendo con su estruendo las armonías de la Naturaleza. El monstruo de las sombras, representación terrible de todas las ignorancias, las rutinas, las supersticiones, los egoísmos, las vanidades, las envidias, las sensualidades y las soberbias, esa esfinge de cien cabezas afianza sus garras de tigre más y más y nuestros esfuerzos y los de cien generaciones serán impotentes para sepultarla en los antros de la muerte. Pero así es como tenemos que empuñar la bandera: sin la esperanza limitada a nuestro corto existir terrenal, sin la esperanza encerrada en los estrechos horizontes de la felicidad individual. Así podremos mirar de frente al sol penetrante de la verdad en su camino estrecho y orlado de precipicios. Tal vez no venzamos, pero habremos sostenido, una generación tras otra, los ideales de la humanidad a través del tiempo y del espacio.»
Rosario de Acuña, Carta a Ramón Chíes (selección)