«Allá en tiempos que fueron, y el alma
han llenado de santos recuerdos,
de mi tierra en los campos hermosos,
la riqueza del pobre era el fuego,
que al brillar de la choza en el fondo,
calentaba los rígidos miembros
por el frío y el hambre ateridos
del niño y del viejo.
De la hoguera sentados en torno,
en sus brazos la madre arrullaba
al infante robusto;
daba vuelta, afanosa la anciana
en sus dedos nudosos, al huso,
y al alegre fulgor de la llama,
ya la joven la harina cernía,
o ya desgranaba
con su mano callosa y pequeña,
del maíz las mazorcas doradas.
Y al amor del hogar calentándose
en invierno, la pobre familia
campesina, olvidaba la dura
condición de su suerte enemiga;
y el anciano y el niño, contentos
en su lecho de paja dormían,
como duerme el polluelo en su nido
cuando el ala materna le abriga».
Los Robles, En las orillas del Sar (1884)
La hija del mar. Madrid, Akal, 1986 (Págs. 15-17
Rosalía de Castro, Las literatas (fragmento)
“Pasados aquellos tiempos en que se discutía formalmente si la mujer tenía alma y si podía pensar […] se nos permite ya optar a la corona de la inmortalidad, y se nos hace el regalo de creer que podemos escribir algunos libros, porque hoy, nuevos Lázaros, hemos recogido estas migajas de libertad al pie de la mesa del rico, que se llama siglo XIX. […] Todavía no les es permitido a las mujeres escribir lo que sienten y lo que saben.”Rosalía de Castro, La hija del mar
Duas palabras d’a autora
«¡Ay!, a tristeza, musa d’os nosos tempos, conóceme ben, e de moitos anos atrás; mírame como sua, é outra como eu, non me peixa un momento, n’inda cando quero falar de tantas cousas com’andan hoxe n’ò aire e n’ò noso corazón. ¡Tola de mini ¿N’ò aire, dixen?, n’ò meu corazón inda, mais ¿fora d 1él? Anqu’en verdade, ¿qué lle pasará á un que non sea como se pasas’en todo-l-os demáis? ¡En min y en todos!; ¡n’a miña alma e n’as alleas!… ¿Mais diráse por eso que me teño por un-ha inspirada, nin que penso haber feito o que se di un libro transcendental? Non, nin eu o quixen, nin me creo con forzas pra tanto. N’ò aire andan d’abondo as cousas graves, é certo; fácil é conocelas, e hastra falar d’elas; mais son muller, e âs mulleres, apenas s’a propia femenina franqueza ll’é permitido adiviñalas., sentilas pasar. Nòs somos arpa de soyo duas cordas, â ímaxinación y ô sentimiento; n’ò eterno panal que traballantos alá n’o íntimo, solasmente se da mel, máis ou menos doce, de máis ou menos puro olido, pero mel sempre, e nada máis que mel. Que s’os problemas que tên ocupados os máis grandes entendementos teñen algo que ver con nosco, è n’entramentras que os que comparten e levan á un-ha con nosoutras os traballos d a vida non poden ocultarnos de todo, as suas tristezas e os seus desfalecementosl É d’eles ver âs chagas e sondalas e buscarlles procuro, é noso axudarlles á soportalas, máis con feítos iñorados que con palabras e romores. O pensamento d’a muller é lixeiro; góstanos, com’âs borboletas, voar de rosa en rosa sobr’as cousas tamén lixeíras: n’é feíto para nos ó duro traballo d’a meditación. Cand’á él n’os entregamos, imprenámolo, sin sabelo siquera, d’a innata debilidade, e se n’os é fácil engañar .os espritos frívolos ou pouco acostumados, non soced’o mesmo c’os homes d’estudio e reflexión, que logo conocen que baixo d’a crara corrente d’a forma non s’atopa máis que ò limo insubstancial d’as vulgaridades. E n’os dominios d’a especulación como n’os d’o arte, nada máis inútil nin cruel d’o que o vulgar. D’él fuxo sempre con tod’as miñas for s, e por non caer en tan gran pecado nunca tentey pasar os limites d’a simple poesía, qu’encontr’as veces n’un-ha expresión feliz, n’un-ha idea afertunada, aquela cousa sin nome que vai direita como frecha, traspasa as nosas carnes, fainos estremecer, e resona n’a alma dorida coma un outro.»
Rosalía de Castro, «Duas palabras da autora», en Follas Novas
__
[(…) «¡Ay!, la tristeza, musa de nuestros tiempos, bien me conoce, y desde hace muchos años; como suya me mira y, semejante a mí, no me deja un momento, ni aun cuando hablar quiero de tantas cosas como hoy están en el aire y en mi corazón. ¡Loca de mí! ¿En el aire dije? En mi corazón, quizá. Mas, ¿fuera de él? Aunque en verdad, ¿qué puede ocurrirle a uno sin que sea como si a los demás les sucediese? ¡En mí y en todos! ¡En mi alma y en las ajenas! Mas, ¿dirán por eso que me creo una inspirada, que creo haber compuesto un libro verdaderamente trascendental? No: ni yo lo quise ni me creo con fuerzas para tanto. Demasiadas cosas de gravedad, cierto es, están en el ambiente; fácil es conocerlas, hablar de ellas incluso; mas soy mujer, y a las mujeres, a la propia flaqueza femenina, apenas si les está permitido adivinar tales cosas, sentirlas pasar. Arpa somos de sólo dos cuerdas, la imaginación y el sentimiento; en el eterno panal que trabajamos, allá en lo íntimo, sólo miel se produce, más o menos dulce, de aroma más o menos puro, mas siempre miel y nada más que miel. Pues si los problemas que ocupan los más altos entendimientos tienen algo que ver con nosotras, es sólo en tanto que aquéllos con los que compartimos y llevamos juntamente los trabajos de la vida, no pueden enteramente ocultarnos sus desfallecimientos y tristezas. Propio de ellos es el ver las llagas y, sondeándolas, buscarles alivio; y propio de nosotras, el ayudarles a soportarlas, más con ignorados hechos que con palabras y rumores. El pensamiento de la mujer es ligero; por ello, como la mariposa, gustamos de volar de rosa en rosa, sobre las cosas más ligeras; pues no se hizo para nosotras el duro trabajo de la meditación. Y cuando a él nos entregamos, lo impregnamos, aun sin saberlo, de debilidad innata, y aunque nos sea fácil engañar a los espíritus frívolos o poco experimentados, no sucede lo mismo con los hombres de estudio y reflexión, que pronto advierten que bajo la clara corriente de la forma no se halla sino el limo insubstancial de la vulgaridad. Y en los dominios de la especulación, como en los del arte, nada más inútil ni cruel que lo vulgar. De ello huyo siempre con todas mis fuerzas, y por no caer en tan gran pecado nunca intenté rebasar los límites de la simple poesía, que encuentra a veces en una expresión feliz, en una idea afortunada, aquello que sin nombre, mas recto como flecha, traspasa nuestra carne y, haciéndonos estremecer, resuena en el alma dolorida como nuevo.» (…)]
Rosalía de Castro, «Dos palabras de la autora» (fragmento), en Hojas nuevas, traducción de Juan Barja (Madrid, Ediciones Akal, 1994)