«¿No podrías emplear el tiempo que gastas en quejarte en hacer las cosas bien? ¿Crees que el hombre de la casa debe ignorar todo lo que se refiere a la familia? ¿Crees que tu papel concluye cuando me entregas el dinero que ganas…? ¿Sabes las notas que ha sacado Marcia este trimestre? ¿Piensas resolver algo ahora? Siempre tienes un mañana que nunca llega, como consuelo de todo lo que no haces… Pero para mí la vida es corta, muy corta. No tendré tiempo de hacer ni la décima parte de lo que quisiera, y tú desperdicias la tuya sin ningún remordimiento …
Y ahora, toda tu actividad política reducida a dos notitas que haces al mes sin verificar la información, y cuatro charlas de sobre mesa. Y obedecer y callar. Por eso te llueven los elogios. Ya no podemos tratar ni a solas los problemas planteados entre nosotros y con el partido porque te da miedo la crítica, la lucha, el enfrentamiento. Te has vuelto viejo sin haber madurado … Ya no me interesas. Creí que aquel joven con talento que conocí podía albergar un hombre sereno, valiente, responsable… Me equivoqué. Has preferido el camino fácil del triunfo sin esfuerzo y también has elegido mal, porque deberías haberte instalado al lado de los que ganan… La pereza te vence … Si un día yo no me levanto de la cama, tú tampoco. Sales de casa cuando yo salgo, y entras cuando yo entro, y si yo no escribo, tú tampoco, y si duerno, duermes, y si velo, velas.
Si has creído que era eso lo que yo quería, una sombra, un obediente y manso huésped de la casa, te equivocas … No puede seguir esperando. Se ha acabado, Rubén, hasta hoy creo que te he dado todo lo que tenía y no sé hasta qué punto me voy con las manos vacías.»
Es largo esperar callado (1975)