«El caso es que, secretamente demudada, intuí que tenía que defenderme disimulando para que mi bastardía no llegase a constituir una tara, un oprobio habitual y continuado. Así es que, tragando, como pude, el nudo que se había instalado en mi garganta, respondí a las palabras de Chantal con calma, creo que serena: “Mi padre es más que el tuyo. Para que lo sepas, mucho más”. “¿Y dónde está tu padre, idiota? “Mi padre está en una isla, buscando madera para construir un Arca. Porque el mundo se acabará y solo nos salvaremos mamá y yo; una pareja de animales de cada especie y las personas que a Electra y a mi nos dé la gana. Tú te ahogarás como un cerdo. Tú y … todos.
La intensidad profética de mi voz debió impresionarla y tardó unos minutos en reaccionar. Luego repuso: “¿Un Arca? ¿Cómo la de Moisés? ¡Qué embustera! Y, sin embargo, ha sido verdad. Chantal se ahogó una tarde de agosto y el Arca existe. No sé si las palabras que pronuncié siendo niña tenían fundamento ni si provocaron un oculto y verdadero poder, pero me ronda la certeza de que la fe absoluta en algo, lo que deseamos sobre todas las cosas, sin miedo, se cumple. Inexorablemente».
Os habla Electra (1975)